vacías mis manos, desposeídas de tu esencia
el aroma encendiendo mis sentidos dormidos,
las olas de un mar asustado de mi furia
llorando espumas para calmar mi ahogo.
Nada de lo dicho me calma el goteo
pasajero de mi mismo,
mientras cantando mis desdichas
como vulgar bardo, recorro con mi mente donde se forjó todo.
Y me encuentro como penitente santiaguero,
en un camino largo, plagado de bandidos.