Un día inmenso, y desde ese día tuve y tendré alegría calada hasta los huesos… ¡Qué digo calada! Caladísima…
Cuan feliz me haces, cuanto te deseo, cuanto te quiero, imposible medir mi amor… Por grande, por puro…
Vaya día de deseos cumplidos… A pedir de boca (o a pedir de besos, según se mire). AMOR BALSAMICO.
Y si digo que allí a tu lado se me detuvo el tiempo, y comenzó mi vida… (Pasé de sobrevivir a supervivir…)
Y tú, deseo de mis deseos, sé que mis besos te buscaban… Y mis besos extraviados encontraron tus labios.
Te buscan y siguen buscándote, lo hacen en sueños mientras duermo, lo hacen reptando cuando escalo los peldaños de tu barbilla, y allí en la cima, tus labios, siempre sonrientes… cuajados de rocío…
Y mis besos te buscan y necesitan la réplica, y la suplican, y la mastican saboreándote, y la veneran besando…
Tus palabras, ¡Ah tus palabras! son un canto, que reconforta mi ánimo, son suspiros, son música para los oídos, tus primeras palabras de ese día aún me rondan la cabeza y me acompañarán siempre… Es tu voz, el tono dulce, la expresión sincera y tierna (Un todo)… En fin, ellas me ayudan y me dan la fuerza para seguir…
Sueño, y sueño con un futuro (los sueños son solo eso, sueños) y pienso con un presente, real y halagüeño.
Pienso en el presente de dentro de unos minutos cuando leas esta carta, en el presente de mañana cuando despierte a tu lado… Y sigo pensado (que no soñando) con ese presente continuo (como dicen los ingleses) que nos aguarda… Con ese presente de mañana, construido poco a poco con la paciencia del maestro, cimentado en respeto, compresión, diálogo. Con una base tan sólida nuestra relación perdurará en el tiempo.